Algo que muy pronto,,volveremos a vivir,,La nevadona de los tres ochos fue un evento sin precedentes que marcó a toda una generación.




La nevadona de los tres ochos: Fotos recopiladas en archivos,, para "El Tiempo y Más"

¡No te pierdas nuestro próximo episodio sobre la nevadona de los tres ochos!


  • Fotos inéditas de la época, que te transportarán a este evento histórico.
  • Testimonios de primera mano de las personas que vivieron la nevadona.
  • Un análisis en profundidad de las causas y consecuencias de este fenómeno meteorológico excepcional.

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  • Las historias detrás de las fotos.
  • Cómo la nevadona impactó la vida de las personas.
  • Las lecciones que podemos aprender de este evento histórico.

La nevadona de los tres ochos fue un evento sin precedentes que marcó a toda una generación.

No te pierdas la oportunidad de conocer más sobre este capítulo fascinante de la historia.

Aquí tienes un adelanto de algunas de las fotos que podrás ver en este episodio exclusivo:

  • Una calle de Reinosa (Cantabria) completamente sepultada por la nieve.
  • Personas con raquetas de nieve tratando de abrirse paso entre la nieve.
  • Tejados de casas a punto de derrumbarse por el peso de la nieve.
  • Trenes y carros tirados por caballos atascados en la nieve.

Estas fotos son un testimonio del poder de la naturaleza y de la capacidad de adaptación de las personas.

No te pierdas este episodio exclusivo de "El Tiempo y Más".

¡Suscríbete ahora!,,Las crónicas históricas están salpicadas de descripciones de episodios meteorológicos, que en su momento tuvieron un gran impacto en la población, siendo a menudo catastróficos. Las referencias a las nevadas que ocurrieron en el norte de la península Ibérica –particularmente en Asturias y Cantabria– entre los meses de febrero y marzo de 1888 parecen exageradas y alejadas de la realidad, pero una vez que se analizan todas las fuentes,

parece claro que se produjeron y fueron excepcionales. Dejaron un recuerdo imborrable en las gentes que lo vivieron, y lo fueron transmitiendo a las nuevas generaciones. Si hoy en día se pregunta a la gente mayor de los pueblos de Asturias y Cantabria por grandes nevadas, relatan lo que a ellos les contaron sus padres y abuelos sobre la nevadona –también llamada la monumental– de los tres ochos.

No fue una única nevada, sino una sucesión de varias de ellas que afectaron de lleno el área cantábrica durante algo más de un mes, entre mediados de febrero y mediados de marzo de 1888. Durante aquel período se encadenaron distintas entradas de aire frío de origen polar y las citadas nevadas, alguna de ellas de varios días seguidos de duración, acumulando unos espesores de nieve impresionantes.

La persistencia de un flujo muy marcado del Norte, con un elevado contenido de humedad, sobre el Cantábrico, fue el factor clave que permitió la sucesión de esas grandes nevadas, intercaladas por breves periodos de calma en los que la nieve daba paso a fuertes heladas. Tan impresionante temporal invernal, fue uno de los últimos coletazos de la Pequeña Edad de Hielo en España y en otras muchas zonas del hemisferio norte. En marzo de ese año tenía lugar una impresionante tempestad de nieve en el nordeste de los EEUU, dando lugar en Nueva York a la mayor nevada jamás registrada en la ciudad.

<figure>Nieve acumulada en una calle de Nueva York el 12 de marzo de 1888, tras la histórica tempestad de nieve que afectó al NE de los EEUU aquel mes. Crédito: NY Historical Society.</figure>

Volviendo a España, se conocen los espesores que llegó a alcanzar la nieve en distintos enclaves, tanto asturianos como cántabros, y también hay muchos relatos que nos permiten conocer de primera mano las penalidades que sufrió la población. En Asturias fue donde murieron más personas, la mayoría víctimas de avalanchas o por el hundimiento de sus casas, debido al peso de la nieve. Se cuentan, además, por miles, las vacas, los caballos y las cabezas de ganado que también fallecieron por las duras condiciones meteorológicas y los hundimientos de muchos establos.

El 22 de febrero de 1888 en la zona de Pajares se acumularon entre 2 y 4 metros de nieve, pero al día siguiente cayeron otros 2 metros y medio. Murieron varias personas por las avalanchas. La madrugada del día 25 cayeron otros 60 centímetros y el día 26 otros 2 metros y medio. En otras zonas altas de Asturias hay referencias de bocas de túneles completamente tapadas por la nieve.

Los cántabros también se llevaron su buena ración de nieve, con espesores parecidos a los del interior de Asturias en la Montaña cántabra. La primera gran nevada ocurrió entre los días 14 y 22 de febrero del año de los tres ochos. En las localidades de Santiurde y Reinosa los ventisqueros alcanzaron los 3 metros y medio de altura. En Reinosa siguió acumulándose nieve durante la segunda gran nevada –entre los días 24 y 29 de febrero–, hasta el punto de que al comenzar marzo había entre 3 y 6 metros de nieve por igual en toda la villa. Finalmente, entre el 15 y el 20 de marzo volvió a nevar en abundancia, acumulándose entre 50 y 80 centímetros más.

<figure>Aspecto que presentaban algunas casas de Reinosa tras las intensas nevadas de 1888.</figure>

Algunos pueblos permanecieron incomunicados hasta el mes de mayo. Por algunos relatos sabemos cómo fue el día a día de las gente en pueblos sepultados literalmente por la nieve, tal y como ocurrió en Reinosa. Según un relato todavía en boca de los reinosanos más ancianos: “Al entrar en la calle Peñas Arriba se le apagó a uno el cigarro, y, arrodillándose, sobre la nieve, se agachó y lo encendió en un farol del alumbrado público”. En una crónica del semanario “El Ebro”, refiriéndose también a Reinosa, se podía leer lo siguiente: “Un médico nos ha dicho que entró por una ventana de piso alto a visitar a un enfermo, otro lo hizo igualmente por un balcón y aún tuvo que descender [por la nieve] en vez de subir”. Sobran las palabras.

Testigo fiel

El periodista José Laruelo fue testigo del temporal a través de sus crónicas diarias en El Carbayón. En Pajares describió espesores de entre tres y cuatro metros y cómo los alambres del telégrafo servían de pasamanos. “En la vía del ferrocarril, para salir de los túneles, después de pasar la Perruca, tenían que salir arrastrándose, porque las bocas estaban todas cubiertas. La nieve no dejaba ver los palos del telégrafo, tenía siete metros de altura. El temporal era espantoso y tal la altura de la nieve que vinieron haciendo senda sobre los tejados de algunos pueblos”. Y añade: “Los víveres que se enviaron a Linares salieron de Fierros a las doce del día por medio de peatones, que como dejo dicho, caminan con la nieve al cuello y llevando muchas veces los brazos extendidos”, escribe. El periódico ovetense asegura además: “Ya los lobos se acercan a la ciudad. Ayer se vieron algunos en las inmediaciones del cementerio nuevo”.

La situación en los pueblos de Picos fue dantesca, con temperaturas gélidas y con los habitantes expuestos a continuos desprendimientos. O aislados en cuevas sin alimentos, sacrificando animales y comiéndose la carne cruda. Así lo describe El Carbayón. “En Bulnes cogió la nevada a 40 personas en las cuevas apartadas del pueblo, en donde la nieve medía 6 metros habiendo permanecido en tales cuevas hasta el 3 del corriente que pudieron salir, no sin extraordinarios esfuerzos e inminente peligro de perder la vida, haciendo a la manera de los de Sotres, escaleras por encima del hielo. (…) Aquellas oscuras, tétricas y pavorosas cuevas, cerradas con nieve, y sin tener otro alimento que las mismas reses y ganados albergados con sus dueños y pastores en dichas cavernas; reses y ganados que los infelices se veían obligados a sacrificar y devorar crudos, pues les era del todo punto imposible hacerse con lumbre”.

Aislamiento

La Nevadona mantuvo incomunicada la Meseta durante un total de doce días. Las precipitaciones alcanzaron los cuatro metros de nieve en Villamanín --también afectó a la estación de Busdongo-- y taparon las bocas de los túneles del ferrocarril. La compañía ferroviaria movilizó todos los recursos humanos --250 obreros-- aunque sus esfuerzos no tuvieron resultado por los continuos aludes que se producían, a lo que se sumaban los efectos de las fortísimas ventiscas que hacían inviable los trabajos de espaleo en las vías.

Según cuenta la historia, era tan fuertes las ventiscas que el viento introducían

la nieve en el interior de los túneles hasta 70 metros lo que derivó en casos de túneles atiborrados de nieve al llegar por ambas bocas.

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